Decidí participar en una media maratón, a pesar de siempre haber sido una persona que cuando siente dolor físico renuncia fácilmente. En el deporte era de esas personas que en el colegio, en la clase de educación física, corrían 7 minutos en lugar de 10, de esas que si tenía que hacer 12 levantamientos en el gimnasio hacía 5 porque los demás le dolían, dejando para el día siguiente el esfuerzo que no había querido hacer, pensando “mañana seguro lo haré mejor”, pero naturalmente eso no pasaba, era una procrastinadora del esfuerzo.
La media maratón, fue un reto que me dejó una gran lección; uno de tantos días de entrenamiento tuve un “sports breakdown” ese día no era el mejor, sucede que a veces, emocionalmente, no estamos tan dispuestos para lo que nos depara el día, y este era uno de esos, en condiciones normales correr debería despejarnos, pero ese día me venció la mente, después de pocos kilómetros, cada paso que daba lo hacía en contra de mi voluntad, mi cabeza se revelaba y pensé todo esto, a manera de un severo reproche:
¿Por qué decidí empezar a correr?
¡No soy tan fuerte! Me canso solo subiendo unas escaleras.
Nunca antes en mi vida he hecho algo así, ¡una carrera es demasiado!.
La vez que intenté algo parecido, no lo logré.
¿Alguna vez has escuchado algo parecido dentro de tu cabeza?
Poco a poco mis pensamientos se desviaron a otras áreas, otros retos que había abandonado, situaciones con mi familia que había postergado, trabajos no presentados a tiempo, mejor dicho, enfrentaba una ola de juicios y reproches, mi atención estaba centrada solo en la larga lista de cosas que no había logrado, me sentía INCAPAZ e INCOMPETENTE.
Seguía corriendo y mi cabeza no dejaba de decir, ¡para! ¡Basta ya!, pocas veces he sentido mis pensamientos con tanta determinación, si no fuera por mi acompañante, quien no me lo permitió, me hubiera detenido.
Tuve que correr y perseverar, seguir a pesar de todo lo que pensaba, de escuchar las acusaciones de mi mente, entre uno y otro pensamiento negativo, lograba focalizar en pensamientos de ser capaz, lograba reconocer por segundos que mi cuerpo podía correr, pero mi mente “no quiso dar el brazo a torcer”, y me repetía a mí misma todo lo que me estaba costando y lo poco probable que era que lograra este entrenamiento y por ende la media maratón.
Pero terminé, terminé ese difícil entrenamiento, cumplí con el tiempo que había estipulado para correr, y aunque no lo hice al ritmo que quise, ni el recorrido que tenía en mente, ¡lo logré!, sin darme cuenta, di un paso gigante para el siguiente día de entrenamiento, para el día de la media maratón, y para mi vida; porque en ese momento hubiera pagado para no tener que correr, pero cuando termine además de estar llorando, sentí tanta satisfacción que solo encontré más y más motivación.
Y ese es el punto, a veces algo es tan costoso para nosotros, que cuando logramos ver que la recompensa es igual o mayor que el esfuerzo sentimos una satisfacción tan grande y tan incomprensible que solo lo entiende quien lo vive.
Lo que me sorprende de ese día es que ya había tenido entrenamientos en los que había sido capaz de correr más y mejor, por esto me impactó esta experiencia, pues viví muy intensamente el poder del pensamiento en situaciones fuera de mi zona de confort.
Nuestro cerebro obedece a lo que en psicología denominamos “economía cognitiva”, hemos creado ideas a lo largo de nuestra vida que, ante alguna situación o estímulo X, se van a activar de manera automática; pensemos, por ejemplo, en la manera en que nos cepillamos los dientes, siempre lo hacemos de la misma forma, y si queremos hacerlo diferente tenemos que ser plenamente conscientes, tendrán que estar toda nuestra atención y esfuerzo en ello, pues al cerebro le cuesta porque está “acostumbrado”.
Es lo mismo con los pensamientos, ya que en su mayoría son automáticos, como anteriormente mi rendimiento en el deporte era tan pobre, había creado una serie de pensamientos como “esto no es lo mío”, “tampoco es tan relevante en mi vida”, “puedo vivir sin ello” “qué difícil es hacer deporte” “no puedo con el mínimo peso y ni con el mínimo de levantamientos en el gimnasio” “no sé respirar, por eso no corro”, pues es natural que al hacer deporte mi cerebro recurra automáticamente a lo que ya tiene entendido por esfuerzo físico, así como nos lavamos los dientes de la misma forma siempre. Todos somos repetición, costumbre y pensamientos automáticos por naturaleza.
Lo que aquí quiero resaltar es que el inventario de pensamientos que yo tenía (piensa cuál es el tuyo) fue tan fuerte que lloré, me ahogué y me frustré, pues ante esta situación nueva mi cerebro quería economizar, ahorrar, simplemente quedarse como ya estaba, porque el gasto de energía y el esfuerzo que me estaban tomando los entrenamientos diarios eran demasiado, ¡correr pensando que no sabes correr es muy difícil!, y así como para el deporte es vital sentirse capaz, también lo es, para otras esferas de la vida.
Ahora: pensemos en esas situaciones que requieran tal esfuerzo y que claramente signifiquen avances en nuestro proyecto de vida.
Será natural que nuestro cerebro presente resistencia a los nuevos retos y situaciones, tratando de economizar con lo que ya tenemos por conocido y por experiencia. Y no es que queramos frustrar nuestros propios esfuerzos y no queramos salir adelante, simplemente es el funcionamiento de la naturaleza, solo son mensajes que se han grabado a lo largo de nuestra vida y que estamos acostumbrados a usar.
CAMBIAR DE PERSPECTIVA
Si lo entendemos así, será sencillo reconocer que no son pensamientos que obedezcan totalmente a la realidad, sino que se han formado en nuestra cabeza, eso nos va a permitir cambiar la perspectiva de un “no puedo” a un “yo creo que no puedo, pero sí lo intento podría darme cuenta de que sí puedo” parece poco, pero es un paso gigante de bienestar, abre tu mente a muchas más posibilidades, tanto para cumplir tú objetivos diarios como para tus grandes sueños.
Que tu cerebro por economía cognitiva no te inmovilice e impida alcanzar tus metas y proyectos, vamos poco a poco.
No todos los logros tienen que ser gloriosos, así que por cada paso dado, que tu público interior se ponga de pie y te aplauda, ánimo no tienes que probarle nada a nadie, esto es para ti.
Daniela Duque Rubio